La situación actual de los biocombustibles, su uso como sustitutivos de la gasolina y el gasoil y las repercusiones medioambientales y económicas que trae acarreado su empleo son los ejes de análisis del monográfico “El sector de los biocombustibles. Una alternativa energética” que acaba de editar la Fundación Cajamar. El informe repasa los aspectos más relevantes del mercado de los biocombustibles, describe el funcionamiento del mercado del crudo, aborda el análisis de los biocarburantes y estudia la formación del mercado mundial del biodiésel y del bioetanol. El trabajo de la Fundación Cajamar concluye con una reflexión sobre el papel de los biocarburantes en el aumento del precio de los alimentos durante 2007 y 2008 y unas conclusiones generales. Según recoge el informe, que hace el número 19 de su colección de monografías, las economías más desarrolladas tienen una fuerte dependencia de las fuentes energéticas fósiles, en especial del petróleo, del que se obtienen un rango muy variado de productos, entre ellos destacan la gasolina y el gasóleo cuyo principal destino es el transporte. Debido al progresivo aumento de la demanda de estos combustibles existe una mayor dependencia del suministro de terceros países, en un mercado que presenta una estructura oligopolística y donde existe un desequilibrio entre los centros de producción y consumo. Las reservas probadas de petróleo se concentran mayoritariamente en Oriente Medio (61,5%), una zona muy inestable desde el punto de vista geopolítico, en tanto que su consumo no alcanza el 8% del total mundial. Por otro lado, suele ser frecuente que los países productores utilicen el suministro de petróleo y derivados como herramienta de presión política y estratégica, como es el caso de Rusia y Venezuela. En este contexto, el informe de la Fundación Cajamar resalta que el biodiésel y el bioetanol representan una alternativa energética frente a otras fuentes fósiles, existiendo diversos cultivos susceptibles de emplearse como materia prima. Entre ellos destaca la caña de azúcar, por ser la fuente energética más atractiva, no sólo por su alto rendimiento en alcohol (en torno a 6.500 l/ha), sino también porque, a diferencia de otras materias primas, no ha de someterse a un proceso de conversión previo al de fermentación. Actualmente, Brasil es el país que cuenta con una experiencia más dilatada en la producción y consumo de bioetanol. En el ámbito de la UE, el Parlamento y el Consejo aprobaron en 2003 una Directiva relativa al fomento del uso de biocarburantes y otros combustibles renovables en el transporte, en la que se establecieron como objetivos mínimos indicativos por Estado miembro, unas cuotas de consumo en el sector del transporte para los años 2005 y 2010 del 2% y del 5,75%, respectivamente, indica el estudio de la Fundación Cajamar. En España, mediante la reforma de la Ley del Sector de Hidrocarburos (LSH) se fijaron unos objetivos del 1,9%, 3,4% y 5,83% para 2008, 2009 y 2010 respectivamente, siendo estos dos últimos de obligado cumplimiento. Como es lógico, la adopción de cualquier tecnología conlleva algunos impactos, positivos y negativos, así como reticencias por parte de ciertos agentes sociales. En este sentido, existe la opinión de que los biocombustibles son los causantes de la tendencia al alza que ha registrado el precio de los cereales y otras commodities agroalimentarias a lo largo de 2008. Sin embargo, expone el informe de la Fundación Cajamar, esta teoría se desvanece al observar que, además de materias primas como el maíz, trigo o cebada, el arroz también ha mostrado un perfil ascendente, no siendo utilizado como materia base para la obtención de bioetanol ni biodiésel. Ello permite determinar que los biocombustibles no son el origen exclusivo ni mayoritario del problema, sino que también existen otras causas de diversa naturaleza tales como la reducción de los stocks, la caída de las exportaciones mundiales de trigo, las medidas para restringir la venta de cereales y garantizar el suministro interno, el descenso de la producción comunitaria de maíz, el creciente interés por invertir en futuros en los mercados agroalimentarios o la depreciación del dólar. A la vista de la experiencia acumulada lo que es evidente es que los biocombustibles constituyen una alternativa viable para sustituir parcialmente a la gasolina y al diésel. En la actualidad, las investigaciones en curso proponen minimizar el uso de materias primas alimentarias y emplear distintos tipos de biomasa, en especial el material lignocelulósico contenido en la paja de cereales y gramíneas perennes, así como materias grasas, constituyendo las microalgas una de las alternativas más prometedoras.