Silencio recogido en la noche del Gran Poder. El Zapillo se ecchó a la calle con Jesús del Gran Poder. Unos 150 penitentes iban con el paso que aún no está concluido, pero no resta elegancia a la imagen. Como es tradicional, iba posado sobre un suelo de claveles rojos
Eran las siete y cuarto de la tarde cuando se abrían las puertas de la Iglesia de San Pio X. Desde mucho antes su barrio esperaba con ansias la salida de esta Hermandad de luto y silencio. Todo su posterior discurrir por nuestra ciudad se hizo presentando un cortejo serio, respetuoso, ordenado y cargado de sentido desde la cruz de guía que encabeza el desfile hasta la última promesa que lo cierra.El único sonido que rompe el silencio a su paso es el del racheo de alpargatas de los treinta y cinco costaleros comandados por el capataz Manuel Sánchez Amate. Un particular modo de caminar que hace que parezca que sea el mismo Cristo el que, a grandes y portentosas zancadas, el que hace avanzar ese paso que volvió a emocionar a los presentes. El Cristo iba posado sobre el tradicional suelo de claveles rojos.Tras abandonar su barrio, las largas hileras de nazarenos de túnica negra de cola se adentraron en el centro de la capital portando sus cirios hacia el interior del Paseo de Almería, iluminando así el camino que debía recorrer el Señor del Gran Poder. La luz de las velas era la única iluminación que existía a su paso por carrera oficial. Y es que, al paso de la cofradía del Gran Poder, se apaga el alumbrado público de nuestra calle más señera.Almería ayer acompañó con silencio emocionado en una noche mágica de Lunes Santo, a la impresionante imagen de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, que ofreció a los almerienses una verdadera catequesis en la calle, realizando la cofradía su solemne estación de penitencia.