Esta semana se celebra el Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos Alimentarios. Un problema de salud mental en el que influyen muchos aspectos, y donde los nutricionistas son el primer escalón a la hora de ayudarnos a construir relaciones sanas con la comida.
La anorexia y la bulimia son la cara más amarga de los trastornos alimentarios: personas que rechazan la comida y adelgazan de manera extrema, o que encadenan periodos de atracones, con vómitos y sentimientos de culpabilidad. Dos enfermedades mentales con mucha prevalencia en una sociedad en la que la vivimos esclavos de la imagen y que, sin embargo, solo son la punta visible de un gran iceberg.
No toda relación negativa con la comida nos lleva a un trastorno alimentario, pero sí es importante alertar del riesgo que conllevan determinados comportamientos que comprometen nuestra vida diaria.
El ‘boom’ de la práctica de ejercicio físico o de la alimentación real, pueden esconder también actitudes negativas con la comida. Los nutricionistas aquí juegan un papel importante a la hora de ayudarnos a ser flexibles y encontrar el equilibrio entre una alimentación saludable y una preocupación extrema con nuestro cuerpo.
Lo más importante es entender que este es un problema multifactorial y que para ayudar a quienes sufren lo mejor es tenderles una mano y escuchar sin juzgar. Y, por supuesto, acudir a un profesional.