Sin duda, los precios de la energía y el de los alimentos son los que más preocupan a todos los ciudadanos y ya se nota un cambio importante en el comportamiento de los consumidores. Compramos otras marcas, suprimimos caprichos y salimos menos.
Cambia la cesta de la compra. Cuando salimos a comprar es mejor no llevar una idea determinada. Estamos dispuestos a cambiar marcas y buscar ofertas, y no hay más remedio que poner al mal tiempo buena cara e incluso humor.
Se suprimimen los caprichos, los lujos aunque sean pequeños, así como nuestro comportamiento cuando salimos de ocio. Las bebidas han subido entre un 6 y un 8 y medio por ciento, los paquetes turísticos casi un 18 por ciento, los alojamientos un 12,7 y el transporte se ha encarecido un 4,8 por ciento.
Pero sin duda el precio de la energía es el más inflacionista y son subidas difíciles de combatir porque superan el 40 por ciento.
Por el momento hay que capear el temporal y esperar a que cambie la situación. La bajada de precios en el mes de julio abre un rayo de esperanza pero aún queda mucho camino que recorrer para recuperar el poder adquisitivo perdido.