Y al día siguiente, 1 de noviembre, miles de almerienses engalanaron con flores el cementerio de San José. Los pasillos del cementerio parecían las calles de un gran parque. La tradición de recordar a los seres queridos que se fueron, sigue muy presente y viva
Un año más, y como viene siendo tradicional con motivo de la festividad de Todos los Santos, miles de almerienses vistieron de gala y flores el cementerio de San José y Santa Adela de la capital. Familias enteras se acercaron al camposanto para llevar flores y adecentar los nichos de sus seres queridos ya fallecidos. El cementerio almeriense parecía una auténtica ciudad con vida propia, con un constante venir de hombres y mujeres, de familias y de amigos que aprovecharon la festividad para acercarse al lugar donde reposan las personas que ya no están. Muchos de ellos ya traían de sus casas las flores con los que adornar los nichos familiares e, incluso, cubos con agua para limpiar las lápidas y escaleras con las que acceder a las mismas, en el caso de que estuvieran a gran altura. Otros, no tan previsores, compraban las flores en alguno de los numerosos puestos ambulantes instalados junto a la puerta principal del camposanto. Había, incluso, personas que alquilaban escaleras ?por la voluntad?. La del domingo fue una jornada para el recuerdo y la emoción, para el reencuentro con momentos del pasado en compañía de quienes un día nos acompañaron en el camino y que ya no están. Una tradición, la de Todos los Santos, que se mantiene con fuerza y gran presencia social pese al empuje que, año tras año, va representando Halloween, sobre todo entre los niños y las personas más jóvenes.